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24 diciembre, 2017El 25 de agosto de 1991, Linus Torvalds anunció en Internet que estaba trabajando en un nuevo sistema operativo. Lo describió como un hobby; hoy hace funcionar gran parte de Internet, lo usan Google y la Bolsa de Nueva York, está en la Estación Espacial Internacional, en la Máquina de Dios y en los 1400 millones de teléfonos con Android que se despachan cada año.
ace 25 años, sin tener ni la más remota idea de que estaba a punto de poner en marcha una revolución sin precedente, un joven estudiante de ciencias de la computación de la Universidad de Helsinki llamado Linus Benedict Torvalds anunció en Internet que estaba trabajando en un nuevo sistema operativo para los procesadores 80386 y 80486 de Intel. Nada grande y profesional, sino más bien un hobby, escribió, pero quería oír sugerencias para saber qué nuevas funciones añadirle.
Veinticinco años después de aquél post modesto, pero fundacional, Linux hace funcionar los servidores de Google, de Amazon, de las bolsas de valores de Nueva York y de Londres, y los del mercado financiero de Chicago. Wikipedia y DreamWorks usan Linux. El banco de Brasil y la línea de bandera de los Países Bajos, KLM, usan Linux. La NASA usa Linux. Y el Gran Colisionador de Hadrones la Máquina de Dios corre gracias a una de las muchas variantes ( distribuciones, en la jerga) de Linux. Casi el 99% de las supercomputadoras del mundo, incluida la que se usa para administrar el arsenal nuclear de Estados Unidos, usa Linux. El router que tenés en tu casa muy probablemente tiene dentro un Linux. De hecho, la inmensa mayoría de los dispositivos de la Internet de las Cosas usa alguna forma de Linux. La Estación Espacial Internacional migró en 2013 la docena de notebooks abordo a Linux; lógico, la estación en órbita usa también Linux. Y, sin ánimo de abundar con una lista que llevaría varias páginas, agregaré otro dato revelador: el núcleo de Linux ( kernel, en la jerga) está dentro de cada uno de los 1400 millones de smartphones con Android que se venden cada año.
El hobby había nacido en abril de ese año como una forma de comprender el funcionamiento del cerebro electrónico de su nueva computadora, un Intel 80386. Al principio había desarrollado un emulador de terminal. Luego le había agregado un sistema de archivos y hacia fines de agosto su software empezaba a caminar. Había logrado transcribir (portar, en la jerga) uno de los emuladores de terminal de Unix (llamado Bash) y el compilador del lenguaje C creado por Richard Stallman en 1987 (llamado GCC). Con todo y estos avances, el post de Torvalds es prístino en un sentido: no esperaba que se convirtiera en algo grande y profesional. Pero ya se sabe. El hombre propone y Dios dispone. Su hobby se convertiría pronto en el núcleo de un sistema operativo que los puristas llaman, con justicia, GNU/Linux, pero que es conocido popularmente como Linux a secas.
El núcleo de la cuestión
Para entender cómo el proyecto de un estudiante alejado años luz del Silicon Valley se transformó en una de las mayores potencias tecnológicas y económicas del mundo moderno es menester abandonar el tono heroico de la epopeya. Linux es, antes que ninguna otra cosa, una obra colaborativa.
Torvalds no podría haber escrito él solo un sistema operativo completo; nadie habría podido. Tampoco se lo propuso, claramente. Lo que en realidad ocurrió fue aquello de estar en el lugar correcto en el momento adecuado. Para agosto de 1991, gran parte de los componentes que hacían falta para construir un sistema operativo libre compatible con Unix ya existía, gracias a los esfuerzos de una comunidad de programadores que cooperaba con el Proyecto GNU de la Free Software Foundation, establecida por Richard Stallman en 1985. En su post del 25 de agosto de 1991, Torvalds se refiere a este esfuerzo con las siglas GNU, pero todos los que leyeron aquél mensaje sabían bien a lo que se refería: el plan de crear un sistema operativo libre. A los ojos del joven estudiante finlandés, eso era algo “grande y profesional”. Y tenía razón. Sólo que en un mundo interconectado el bazar iba a resultar más eficiente que la catedral, como escribiría más tarde el perspicaz Eric Raymond.
Stallman había hecho dos aportes fundamentales en el camino que llevaría a la proliferación del software libre en general y a la creación de un sistema operativo libre en particular. Por un lado, había escrito GCC, el compilador del lenguaje C. Los compiladores traducen el código fuente, escrito por las personas, al hermético lenguaje que entienden las máquinas. Sin esta piedra angular, no había forma de construir el resto del edificio.
Su segundo aporte fue no menos crucial. Stallman redactó en 1989 la Licencia Pública General (GPL, por sus siglas en inglés), que garantiza a los usuarios (a todos, desde los particulares hasta las corporaciones multinacionales) el derecho a ejecutar, estudiar, compartir y modificar el software. El rasgo que hace a la GPL tan potente es que todo proyecto derivado de un software GPL queda automáticamente registrado como GPL. Así, la Licencia Pública General no sólo resulta viral, sino que además funciona como paraguas legal para proteger el código fuente abierto de la apropiación por parte de terceros. Torvalds registraría su pequeño proyecto como GPL en 1992, y con este paso aportaría la pieza que le faltaba al rompecabezas del Proyecto GNU: un núcleo o kernel.
El kernel de un sistema operativo les permite a las aplicaciones acceder al hardware, gestiona recursos, ofrece un sistema de archivos y otros servicios esenciales para la función de una c
omputadora, una tablet o un smartphone. En el caso del Proyecto GNU y de Linux, se usaba a Unix como modelo, sencillamente porque en ese momento era el sistema operativo dominante. En las PC, todavía usábamos el muy primitivo DOS. La X en el nombre Linux es una convención que siguen las variantes de Unix, como el UX de HP o el AIX de IBM. A propósito, el nombre se le ocurrió primero a Torvalds, pero lo descartó por demasiado egocéntrico. En septiembre de 1991, Ari Lemmke, uno de los administradores del servidor FTP de la universidad, le puso Linux al proyecto porque le pareció mejor que el nombre que había elegido Torvalds, Freax. Fue un acierto.
No es que Stallman no haya pensado en un kernel para su Proyecto GNU. De hecho, desde 1990 venía desarrollando su propio núcleo, llamado Hurd. Técnicamente, Hurd es bien diferente del kernel de Unix, que intentaba reemplazar, y su ambición era loable. Pero Hurd no terminaba de cuajar (hoy sólo lo usan un puñado de distribuciones) y, sin un núcleo, no hay sistema operativo. Entonces, desde el lugar más inesperado, con una candidez insólita, un chico de 21 años lanzó al ruedo su pequeño proyecto. Es decir, algo que tenía el potencial de convertirse en un kernel compatible con el Proyecto GNU.
Muy pronto muchos programadores iban a empujar en ese sentido, porque mientras aguardaban que Hurd estuviera listo, el kernel de Torvalds, que estaba lejos de ser algo completo, serviría para despuntar el vicio de la experimentación. Un factor más, sin embargo, permitió que el proyecto GNU coagulara en torno del kernel de Torvalds y se transformara en el gigante que es hoy. Ese factor es Internet.
fuente: http://www.lanacion.com.ar/1931149-linux-cumple-hoy-25-anos-de-vida